Desde el interior de un chat donde las palabras no tienen sentido, o lo tienen demasiado, la poca tolerancia que provoca una caída de fichas de dominó en el ánimo de los que participan en él, me hizo reflexionar hasta el último minuto del día.

—Se han descompuesto los aires acondicionados del colegio

—A mi pobre hijo le dará un golpe de calor

—¿Es posible que esto este pasando en un colegio privado?

—Debieron ir de inmediato a comprar ventiladores

El pasado lunes cinco de septiembre Tijuana se colapsó. La luz en el aeropuerto de la ciudad tuvo flashazos de minutos sin luz, varios apagones momentáneos provocando incertidumbre, tráfico foráneo y llamadas excesivas para cambiar planes de la población. Se sumó que era día festivo de nuestros vecinos (esta vez, labor Day) . Esto suele provocar filas interminables de autos desde Otay, San Isidro y centro de la ciudad, otro motivo para modificar la rutina de todos, no solo del ámbito privado. Y ¡claro! la temperatura de 35oC a la que nadie está acostumbrado.

Razones de más para transformar nuestro ánimo a estado de ligera demencia, al grado de creer que nuestros hijos de trece años que corren bajo el sol mientras juegan algún deporte, que se detienen en el Xbox dos horas o más hasta quedar exhaustos para luego correr al refrigerador para servirse agua helada y resarcir el sedentarismo. Ellos, nuestros ángeles, puedan sufrir semejantes desavenencias.

Fueron pasando las horas y los ánimos en las redes seguían alterados, demostrado en múltiples comentarios con ojos saltones y varios signos de admiración al final de las frases. Frases, debo decir, de nosotros, ¡los padres de familia! Muchos de nosotros no vimos el panorama completo del día, vimos (en nuestra imaginación) únicamente a esos pequeños seres que tanto queremos, sufrir en esos monstruos de concreto que son los colegios.

Sin embargo, Rito ese día en vez de llegar a las tres de la tarde, llegó a las cuatro treinta a su casa, su madre lo esperaba angustiada:

—Hijo ¿Como estás? debes estar exhausto, me han dicho lo horrible que estaba el tráfico. Debes tener mucha hambre, ¡vamos, siéntate a comer!

—Estoy bien…sí, había mucho tráfico, pero venía casi dormido, el aire acondicionado del carro estaba muy agusto; lo sorprendente fue la que venía manejando. Mamá, solo tiene 21 años.

—¿Qué ha pasado con ella?, ¿cometió alguna infracción?, ¿te dijo algo?

—No, no, mamá, ¡jamás se quejó de nada!, ¡no dijo ni pio cuando un carro se le metió en la fila y casi la choca¡. No había conocido a nadie tan paciente.

Le di vueltas a esa anécdota, me hizo pensar en lo frágiles no de nuestros hijos o de las nuevas generaciones, si no de nuestras mentes para hacer de su madera, una madera más fuerte, más sólida.

Cada uno escogemos donde luchar y en qué fortalecernos. También elegimos la madera para construir nuestra familia.

 

Verónica Leija

 

 

Escrito por: darlver

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